Un poco de historia
Tal como las conocemos, es una tradición típicamente mexicana y se celebran en nuestro país desde hace unos 400 años. Sin embargo, su historia va mucho más allá de esta fecha.
Al parecer, el origen de las posadas está relacionada con la fiesta que celebraban los aztecas en la época invernal, por el advenimiento de Huitzilopochtli, dios de la guerra, que se efectuaba en el mes llamado Panquetzaliztli, correspondiente en el calendario juliano al lapso que va del 7 al 26 de diciembre, temporada que coincidía con la celebración de la Navidad.
Probablemente, en los albores de la evangelización, los religiosos Agustinos fueron quienes promovieron la sustitución de personajes en estas festividades, “evangelizando” de esta manera la celebración del dios Huitzilopochtli, ya que, si bien manteniendo la festividad en la misma época, ésta tomó características totalmente distintas, las cuales se acomodaron a la tradición cristiana.
Uno de los lugares donde se establecieron los agustinos, fue el pequeño pueblo de San Agustín Acolman, situado a unos cuarenta kilómetros al noroeste de la Ciudad de México, en el camino a Teotihuacan. En este lugar se originó la práctica de las posadas, cuando en 1587 fray Diego de Soria obtuvo del Papa Sixto V una bula en la que autorizaba la celebración en la Nueva España de unas misas llamadas “de Aguinaldo” como preparación a la Navidad, las cuales se celebraban del 16 al 24 de diciembre dentro de los atrios de la iglesia. Al final de la misa, se realizaba una “verbena” en la que se intercalaban pasajes y escenas de la Navidad. Con el paso del tiempo y como atractivo se le agregaron a la celebración luces de bengala, cohetes, piñatas, y villancicos.
Ya para finales del siglo XVIII las “Posadas”, gracias principalmente a fray Juan de Béjar quien era uno de los grandes promotores de esta fiesta (y a las monjas Concepcionistas que las promovieron entre sus conventos), eran ya una tradición independiente de las Misas de Aguinaldo, convirtiéndose en una celebración en los barrios y en las familias de la Nueva España.
A las posadas se fueron agregando diversos elementos, como ofrecer a los individuos alimentos que variaban dependiendo de cada región; el baile, incluido ya en tiempos de la colonia, el rezo del Santo Rosario, las piñatas, los villancicos y la petición de aguinaldo encargada a grupos de niños y jóvenes. Todo esto hizo de la posada un verdadero encuentro de oración y catequesis para toda la comunidad y al mismo tiempo una fiesta vivida con alegría cristiana.
Las Piñatas
Al parecer el origen de este tradicional juego mexicano, se encuentra en China. De acuerdo a algunas informaciones, se atribuye a Marco Polo haber llevado las “piñatas” a Italia en el siglo XII después de que él las conociera en oriente.
En efecto, los chinos confeccionaban una figura de vaca, de buey o de búfalo cubierta con papeles de colores a la que le colgaban instrumentos agrícolas y estaban rellenas de semillas, porque deseaban una buena agricultura.
De esta manera llegó este “juego” a Italia en donde tomo el nombre de “pignatta” que en italiano significa “olla frágil”, pues era hecha con una olla de barro.
Los primeros misioneros españoles trajeron a la Nueva España las piñatas, las cuales fueron rápidamente aceptadas por los aztecas ya que ellos durante las fiestas en honor de Huitzilopochtli, que como ya decíamos se celebraba al final del año, realizaban una «ceremonia» con elementos muy semejantes a los de las tradicionales «piñatas».
En estas fiestas aztecas los sacerdotes del templo mayor colocaban una olla de arcilla en un asta en el templo y la llenaban con pequeños objetos preciosos obtenidos como botín en sus victorias. La olla se decoraba ricamente con plumas multicolores, se rompía con un palo y los regalos que contenía se derramaban a los pies de su Dios, significando la ofrenda del pueblo.
Los evangelizadores, usaron esta tradición azteca, dándole un significado cristiano, para explicar la lucha contra el pecado. Existen diferentes tradiciones sobre la significación que los evangelizadores le dieron a cada uno de los elementos de la piñata, los cuales tienen en común los elementos básicos de la evangelización: la Fe, la lucha contra el mal, la gracia de Dios, y la recompensa final.
Si bien durante la historia de la piñata se han dado una gran variedad de formas y diseños, la forma tradicional mexicana parece haber sido la de una estrella de 7 picos, la cual no solo representaría el pecado en sí, sino los siete pecados capitales, elemento importante en la catequesis de ese tiempo.
Una piñata clásica
De acuerdo a lo que ya dijimos una verdadera piñata se confecciona con lo que hoy se llama “una olla piñatera” la cual es una olla de barro muy resistente y que tiene dos asas para que se pueda colgar. Esta se forra con papel periódico (generalmente) adherido con “engrudo” (harina con agua), con el fin de darle más resistencia. El exterior se decora con papel de china de colores, también con papel dorado o plateado y se le agregan 7 picos, formando una estrella de la que cuelgan muchas veces cintas del mismo papel de china.
Generalmente la piñata debe estar llena con frutas de la temporada decembrina: cacahuates, jícamas, naranjas, limas, tejocotes, cañas, y en ocasiones se le agregan dulces propios como las colaciones.
Cuando se va a romper la piñata, ésta se cuelga con un lazo sostenido desde sus dos extremos por personas que la mueven tratando de que no la rompan pronto. Por su parte, quienes intentan romperla, deben tener cubiertos los ojos, y les darán vueltas hasta hacerles perder la noción del espacio de manera que no sea fácil romperla.