Descripción
Cuatro sacerdotes aguardaban expectantes. De pronto estalló el grito…
Era un alarido lastimoso, hiriente, sobrecogedor. Un sonido agudo como escapado de la garganta de una mujer en agonía.
– ¡Es Cihuacoatl! – exclamó el l más viejo de los sacerdotes
-La Diosa ha salido de las aguas y bajado de la montaña para prevenirnos nuevamente- agregó otro sacerdote.
En el lugar más alto del templo pudieron ver una figura blanca, arrastrando o flotando una cauda de tela tan vaporosa que jugueteaba con el fresco de la noche.
Cuando se hubo opacado el grito, todo quedó en silencio hasta que el pavor fue roto por algo que los sacerdotes primero y después Fray Bernardino de Sahagún interpretaron de este modo:
«…Hijos míos… amados hijos del Anáhuac, vuestra destrucción está próxima…»
«…¿A dónde iréis… a dónde os podré llevar para que escapéis a tan funesto destino?…, hijos míos, estáis a punto de perderos…»
Al oír estas palabras, los cuatro sacerdotes estuvieron de acuerdo en que aquella fantasmal aparición era la misma Diosa Cihuacoatl, la deidad protectora de la raza.
Esto es parte de lo que dice la verdadera leyenda de la Llorona, la Diosa advertía de la próxima destrucción del imperio de Moctezuma Xocoyótzin a manos de extraños provenientes del oriente.