Aunque el oro de 24 quilates y la plata 999 se consideran puros, cualquier metal, por puro que sea, contiene una pequeña cantidad de impurezas debido a las propiedades químicas y físicas de la obtención de este. Por esto, los metales preciosos se consideran puros cuando tienen, al menos, 999 milésimas en vez de los 1000 teóricos.